Mi familia, en especial mamá y hermanos,
ya están cansados de leer mis poemas, y como en esta temporada ya
compartí varios escritos de ajena autoría, decidí redactar este texto de
carácter reflexivo, ya que hace días tenía la idea en el tintero. Espero que
les guste y, sobre todo, que les sirva.
El
Héroe Ignorado
En la crianza obtenida en casa, mis
padres siempre se ocuparon de inculcarnos la importancia de los valores, todos
esos que ellos poseen y que no pienso enumerar en esta oportunidad; siempre nos
aconsejaron así como dieron ejemplo para
que supiéramos lo que realmente era bueno, justo, sensato, y honesto. La
diferencia radicó en sus personalidades, mientras mi mamá ha sido siempre una
mujer práctica, aterrizada, y consecuente, mi papá era mucho más “defectuoso” y
un romántico incurable, en mi caso particular (no sé si lo mismo ocurrió con
mis hermanos, pues cuando yo nací ya llevaban varios años de crianza) mi papá
tuvo a bien hablarme sobre las proezas de los grandes héroes de la historia, Bolívar,
San Martín, Miguel Hernández, Marco Aurelio, Gaitán, Benito Juárez, David
Crockett, Jim Bowie, Epifanio Mejía, Leónidas, Alejandro Magno y Arafat.
Para mal vivir de mi amada madre y
admirados hermanos, heredé muchos defectos de mi papá (mas no su habilidad con
las letras) pero no tantas las virtudes de mamá y hermanos, y entre tantos
legados paternos recibí el romanticismo y admiración por los héroes de antaño,
aunque no necesariamente sus mismos ídolos.
En mis listas se cuentan principalmente
al Capitán Von Richthofen, Syla (general romano), José Hilario López (abolió la
esclavitud en Colombia 12 años antes que Lincoln en U.S.A.), Oliver Cromwell,
Aníbal (héroe de Cartago), el Príncipe Vlad, El General Hermógenes Maza, Robert
Edward Lee, y el gran Yasir, este último y algunos otros los comparto con mi
viejo.
Notará usted querido lector que en mi
lista no hay muchos nombres que puedan ser recordados por el mas distraído
estudiante, ello porque mis héroes no son convencionales, todos ellos hicieron
cosas grandes, y cosas terribles, pero compartían algo en común, la fuerza de
sus convicciones. Por ejemplo el general Lee; yo no me considero racista, no lo
soy, mucho menos partidario de esclavistas, sin embargo hay que admirar la
pericia política y militar de este hombre, confederó una cantidad considerable
de estados, defendió con saña y valor sus ideales, y por el peso de ellos
plantó cara durante tres años a un ejército que estaba mucho mejor armado y
poseía la ventaja numérica (por si no lo sabe, le cuento: para la época de la
guerra de secesión, las industrias manufactureras, por ende las fábricas de
armas, y los grandes asentamientos de los Estados Unidos de America se
encontraban en el norte del país)… no queda más que admirar a tal personaje por
lo ya manifestado, aunque no por sus inclinaciones explotadoras.
Como iba diciendo, estos no pueden ser
catalogados como héroes convencionales. Siempre se ha sabido que la historia es
escrita por los vencedores, raras veces cuentan las verdades de los vencidos, y
en mis listas personales, los segundos son muchos más que los primeros. Por
eso, pocos recuerdan quien fue Richthofen, o saben quién era Vlad (aunque el
cine le ha dado fuerza en los últimos años), o tengan en cuenta las verdades de
Maza quien, pese a ser vencedor, no es recordado por su inactividad política;
mucho menos le dan al comandante palestino la importancia que merece, tanto así
que quienes hasta la fecha han sido “los ganadores” en ese conflicto, lograron borrar
a su estado de google maps.
Sin embargo a mí, y a muchos, se nos
olvidó que debemos tener un héroe principal (y tranquilo que no me voy a poner
religioso), pero ¿a cuántos nos han enseñado a admirarnos a nosotros mismos?
Olvídese por un momento de la falsa
humildad con la que se tapa todas las mañanas, deje a un lado ese cuento de
sentirse igual a los demás, simplemente obsérvese objetivamente, mire su vida,
y considere si las cosas por las que ha pasado son dignas de admiración.
Tal vez estará pensando que, viéndolo de
esa forma, todos, o la inmensa mayoría, son dignos de la admiración, si es así,
permítame decirle que lo mismo opino yo. Vivir en el mundo que nos ha tocado es
una muestra inquebrantable de valentía, sobreponerse a los golpes de la vida,
es la mayor prueba de fortaleza; incluso el suicida, en su pérdida de toda
esperanza, ha de ser muy aventado para ser capaz de buscar la otra vida. En lo
particular no admiro a los delincuentes por los actos cometidos, pero si la
resistencia que se debe necesitar para sobrevivir al presidio.
Sería bueno saber ser nuestros propios
héroes ¿no?, admirarnos honradamente por la fuerza de nuestras convicciones, la
capacidad de aguante, el empuje para salir adelante, así se salga a rastras. Ninguno
de los grandes (ya sean renombrados o se encuentren en la verja del olvido)
llegó a la cima solo, así que no se demerite por la ayuda que a veces recibe, por
verse derrotado, bien sea todos los días o de vez en cuando. Si puede hacerle
fuerza a un equipo de futbol que va de último en la tabla (compuesto por más de
20 arepones que ni conoce), hágase fuerza a usted mismo, así esté “por
descender a la B”, en ese caso recuerde que el pseudoascenso siempre será
posible, y NUNCA se compare con NADIE.
Tal vez este texto lo haya escrito como
una forma de sobrellevar mi situación actual, como un monologo que desde hace
años debí de sostener en la oscuridad de mi cuarto, sin embargo, ahora que
usted lo lee, piense en lo que le digo, admire a su prójimo, pero sobre todo,
empiece a alentar, considerar y amar a su propio héroe ignorado, no importa si
éste no es convencional, sigue siendo un adalid, al fin y al cabo.