lunes, 27 de abril de 2020

...las dos...


Yo a esto no le diría un poema. Sin embargo, entre todo lo que he escrito,  este y el de la semana entrante, están entre los textos que más me han gustado.

…las dos…

Tratando de alcanzar la vida, o pa’ que la vida no me alcance; tal vez las dos, y por eso mismo me estanco.

Persiguiendo amores viejos, o buscando lo que no ha sido; posiblemente las dos, por eso me dañé él camina’o.

La vida llegó sin manual, y no he aprendido a vivirla, siempre estoy persiguiendo ¿o me la paso de huida? Será un pucho de las dos, por eso la llevo perdida.

Nos pusieron a Ahab como ejemplo pa’ no perseguir obsesiones, ¡marino loco!  murió por andar tras una “inofensiva” ballena... ¿ Y si no era el capitán obsesivo ¿sino un simple soñador? ¿si corría detrás di ’algo? ¿O de huída del fracaso anterior? ¿serán posibles las dos y por eso se murió ahoga’o? de pronto, solo de pronto, ya estaba ahoga’o cuando se murió.

Manuel agarró tres amores y los hizo un solo amor, luego los cuatro, sin rencor,  los metió en un solo olvido… ¡hombre berraco “Manuelito”! yo me la paso sin amor… por eso es que nunca olvido.

Siempre apura’o en la vida, con afán de que pase algo,  tratando de alcanzar la vida, o pa’ que la que me tocó no me alcance; tal vez las dos, y por eso mismo me estanco.

El caballo trochador, que resuene repicando, y galopero pulido pa’l borracho alharacoso; pero al caballo acoso, pa’ que corra como flecha, tratando de alcanzar la vida, o pa’ que la que me tocó no me alcance; tal vez las dos, y por correlón no avanzo.

Como gallo fino en el ruedo, que es juga’o todos los días; pa’ que se gane la vida o pa’ que la vida le gane. Pa’ que mate la vida, o pa’ que la vida lo mate; siempre alguna de las dos… por eso vivo emputa’o. Hombre y gallo nacieron pa’ vivir, y morir peliando.

Encerra’o en días de sol, y en los lluviosos siempre moja’o; pa’ que se muera de enfermo, o porque vive alivia’o. “No importa cuál de las dos, igual siempre se ha queja’o.”

Y al final del escrito, sigue la misma cosa…siempre de afán, siempre apura’o… tratando de alcanzar la vida, o pa’ que la que me tocó no me alcance; tal vez las dos, y por eso es que no arranco.

Buscando lo ya perdí’o, o, tal vez, lo que nunca ha sido; seguramente las dos… por eso no me ataja el barranco.

*Sugerencia: a mis lectores amantes de las letras les recomiendo el blog de mi amigo Carlos Giraldo, aquí les dejo el link http://misnotasdehumo.blogspot.com/



lunes, 20 de abril de 2020

Maldición

Hace algunos días leí una publicación que alguien hizo en la cual  aludían a un “poeta maldito”… aquí una reflexión que me surgió a partir de tal término.

Maldición

Todo poeta nació maldito, con la memoria pronta y la ilusión marchita, con el anhelo de lo que fue, y el deseo de lo que nunca ha sido, sin goce de lo que ES… todo poeta nació maldito.

Con el “talento” para hacer bellas la emociones más tristes, con la facilidad de narrar en verso, o en prosa, el sentimiento nunca prescrito, nació para que su melancolía se haga entretenimiento, para que su alma produzca canciones… todo poeta nació maldito.

No es poeta aquel que compone un verso, tampoco lo es el que crea parábolas para ganar adeptos, el poeta es ese que con su tristeza entretiene a un pueblo, es poeta el que no puede escapar ni ignorar a sus rotos sentimientos; es por eso que todo poeta nació maldito.

La bendición de sus facilidades, son la maldición del recuerdo, perturbador, anhelante, imperecedero. Está condenado a volar, con las alas rotas, buscando olvidos inciertos, vuelos trabajosos y cortos, que nunca lo sacan de sus propios desiertos. Ahora, dime tú si lo que escribo no es cierto… todo poeta nació maldito.


No es que el poeta sienta diferente, tampoco que sea un perdido, simplemente no es un ser pragmático, pues no baja los brazos al cargar un “ayer” que hace tanto se ha ido. Es un simple solitario, al que no bendijo el olvido; hecho pa’l perpetuo abandono, todo poeta nació maldito.


*Sugerencia: a mis lectores amantes de las letras les recomiendo el blog de mi amigo Carlos Giraldo, aquí les dejo el link http://misnotasdehumo.blogspot.com/


domingo, 12 de abril de 2020

Regalos del Otoño.

Soy de cuadernos, o libretas, que abran bien y tengan hojas lisas... No importa si son blancas,  son de colores, o si tienen renglones, el todo es que ayuden cuando llega la hora de escribir.

Regalos del Otoño.

Cubierta de la estación tercera, especial y distinta; era de grácil cara y motivadora apariencia. Con la belleza de los asuntos gastados que, al reinventarse, adquieren nueva luz y alientan a apostarlo todo por ellos. Un color que era mitad bohemia y otro tanto de aparente compostura, estaba hecha de eso que tuvo nacimiento, como materia prima, en alguna lejana primavera; pero solo veinte hojas se usaron.

Solo veinte hojas de tantas, una por semana. De tales papeles únicamente sirvió su cara pues el reverso era rasposo, angulado, y no daba chance a la pluma, si acaso, tal vez, a un marcador, que en todo caso no fuera delgado. Pero durante esas veinte hojas, por los escritos cortos, aquello no importó.

Tenía un palo atravesado en el lomo, por eso no se abría del todo. En consecuencia tocaba sostenerle la tapa a la vez que iba rayando en ella cartas dicientes, y versos cojos. Tanto sostener se hizo agotador, al final opté por tomar las hojas y arrancarlas de un jalón.

Por eso desistí en su uso, lo mismo con quien me la dió. ¡Eran tan parecidas! La libreta, y la mujer. A su modo envueltas de otoño con origen primaveral. Hermosas y encantadoras, cada una en su forma, pero no estaban hechas para escribir una historia, al menos, no conmigo.

Ambas fueron regalos del otoño, y no conocieron la primavera. Que en sus páginas trabajosas, pero de encanto muy cierto, escriban buenas historias, con la pluma y el marcador; con la libreta y con la mujer.

Llegadas con el otoño, no vimos juntos la primavera.

domingo, 5 de abril de 2020

¿Donde Está el Paraíso?


"Cuando descubras tu propio Corazón, en él
encontrarás el Lugár de la Paz.

Desde entonces, Canaguay vivió, buscando su
propio Corazón. Una tarde, otro Gallo se lo abrió
en la Gallera." - Canaguay, Antonio Mejía Gutiérrez.


No sé muy bien por qué puse el final de Canaguay como cabeza de mi texto, pero desde que mi hermano me lo leyó por primera vez, mucho antes de entender su  pleno significado, es un pasaje literario que me resuena en la cabeza casi a diario. Tal vez sea que la vida de "Simón el Avispadito" está marcada por la misma estrella que la de su gallito de combate, y por ende la búsqueda de gallo y hombre es tan semejante. O de pronto, solo de pronto, es para rellenar espacio, sabedor de que el autor y sus herederos no me van a hacer reclamación por los derechos. 

Nunca he sufrido los espacios cerrados mientras pueda mover los brazos, sufro mas bien el encierro del alma, el cierre de la vida al que yo le eché candado. Esa ausencia que trato de asfixiar con humo, fermentación y destilados, la nostalgia de todo aquello que pudo haber sido, el anhelo de tantas cuantas cosas que, tal vez, nunca debieron ser.

No me aqueja la soledad física, esa que busco, tal vez de manera casi patológica, porque los cuerpos ajenos me estorban. Odio sin embargo la soledad del corazón, esa que se siente cuando no hay afecto ajeno, principalmente por haber tenido (durante mucho tiempo) la incapacidad de amarme a mi mismo. En mi defensa, quienes me han amado, saben que no es fácil hacerlo.

En este aislamiento he descubierto que anhelo mucho aquello que ya no está, que daría dos terceras partes de lo que queda por recuperar lo que ya se ha ido, o por conseguir lo que nunca fue; no por el encierro en sí mismo, quienes me conocen saben que no me representa un cambio muy grande a otras situaciones que ya viví con anterioridad (la recuperación de mi accidente, por ejemplo); es mas bien esa ansia de encontrar un nuevo lugar en el mundo donde pueda amar tanto lo que hago como cuando trabajaba con mis fantasmas 3 pisos bajo tierra sin mas compañía que la de unos espectros invisibles que sentía observarme por las hendijas de los anaqueles, eran días felices aunque su descripción no lo demuestre.

Ahora tengo muchos días felices, han sido los que invierto en escribir hasta que el cerebro se me exprime (afortunadamente la cuarentena me da para tener muchos de esos). Como lo fueron también todos aquellos que pasé cuidando caballos, aliviando taparos encarrillados, cuidándolos como si fueran solo míos. Ah días esos en los que ensillé el caballo para trabajar con él, para enseñarle a corregir defectos tan arraigados que otros no habrían podido mejorar, o esos en los que prendí la moto para alejarme de todo y de todos, sin otra compañía que no fuera mi soledad, sintiendo que el mundo era mío, que no necesitaba nada más, que nada me hacía falta; esos días de caballo y moto se fueron hace rato, sabrá Dios si alguna vez volverán.

El paraíso, mi paraíso, también está en ver jugar a mis sobrinos, nunca he sido bueno con los niños, incluso cuando fui niño me sentía ajeno a lo que representan, hay una barrera extraña que me separa de ese mundo fascinante, sin embargo, disfruto lo indecible sentándome cerca y oír atentamente sus constantes ocurrencias.

Hoy escribo esto a modo de catarsis, realmente valor literario no tiene este texto, incluso a medida en que lo escribo, me pregunto constantemente si valdrá la pena publicarlo, no sé si darle voz a este extrañar familia y cosas le dará el poder de regresión a aquello que todavía podría volver, o si, por el contrario, lo condenará a su perpetua pérdida. Esa duda me asalta, y me “atormenta” el saber que nadie tiene una respuesta certera sobre el asunto.

Al final, detrás de estas cortas líneas, llego a una conclusión obvia, el paraíso, mi paraíso, se encuentra en los días mas felices, en el amor. El amor, por lo que hacemos, el amor, por quienes tenemos, la pasión y el anhelo de dedicar mis días a eso que me aferra a seguir viviendo con esperanza y sin miedo… si algo de eso regresase, o si de lo otro pudiera pagar facturas, tendría la vida arreglada.

Afortunados aquellos que pueden vivir con amor, que tienen la bendición de pasar cada día haciendo lo que aman... eso si es vida.