Regalos del Otoño.
Cubierta de la estación tercera,
especial y distinta; era de grácil cara y motivadora apariencia. Con la belleza
de los asuntos gastados que, al reinventarse, adquieren nueva luz y alientan a
apostarlo todo por ellos. Un color que era mitad bohemia y otro tanto de
aparente compostura, estaba hecha de eso que tuvo nacimiento, como materia prima, en
alguna lejana primavera; pero solo veinte hojas se usaron.
Solo veinte hojas de tantas, una por
semana. De tales papeles únicamente sirvió su cara pues el reverso era rasposo,
angulado, y no daba chance a la pluma, si acaso, tal vez, a un marcador, que en
todo caso no fuera delgado. Pero durante esas veinte hojas, por los escritos cortos,
aquello no importó.
Tenía un palo atravesado en el lomo, por
eso no se abría del todo. En consecuencia tocaba sostenerle la tapa a la vez
que iba rayando en ella cartas dicientes, y versos cojos. Tanto sostener se hizo
agotador, al final opté por tomar las hojas y arrancarlas de un jalón.
Por eso desistí en su uso, lo mismo con quien me la dió. ¡Eran tan parecidas! La libreta, y la mujer. A su
modo envueltas de otoño con origen primaveral. Hermosas y encantadoras, cada una
en su forma, pero no estaban hechas para escribir una historia, al menos, no conmigo.
Ambas fueron regalos del otoño, y no conocieron la
primavera. Que en sus páginas trabajosas, pero de encanto muy cierto, escriban
buenas historias, con la pluma y el marcador; con la libreta y con la mujer.
Llegadas con el otoño, no vimos juntos
la primavera.
Gracias al otoño la primavera se luce!!!! Gracias al otoño el invierno resplandece!
ResponderEliminar