Apreciado lector, si después de haber leído los poemas de mi papá, los escritos míos se le antojan insípidos, arritmicos, o verdosos, no lo culpo, a mi me pasa lo mismo, pero ahora llegó el momento de rendirle homenaje a alguien tan importante en mi vida como él.
Desde el nacimiento de este espacio de
inspiración y desahogo, he realizado varios escritos dedicados a mi familia,
“Carta a Francisca” es tal vez el texto más leído de todos ellos y, aunque no
es el único, si he de reconocer que es una de mis mejores redacciones.
También hay otros en los que manifiesto
mi amor y admiración por mis padres, hermanos, cuñadas (a quienes amo y admiro
tanto como a sus esposos), hasta a primos y tíos les he manifestado mi afecto.
Sin embargo, siempre he pensado, pero nunca materializado (hasta hoy), el texto
que a continuación entrego; y es que lo he procrastinado para una “fecha
especial”, pero me di cuenta que la mejor posición en el calendario es el hoy.
Stella Polar, Stella de Belén
No en vano se llama Luz, no en vano le
dicen Lucero, pues alumbra en los momentos más oscuros, es guía, siempre
visible, en las noches tormentosas, es sol de madrugada, es atardecer rojo, es
mi madre tan amada, es brillo amable en los ojos.
Autores, muchos, han hablado, con mayor
elocuencia y atino que los míos, sobre las virtudes de las madres y su amor
infinito, sin embargo ninguno de ellos tuvo mayor fortuna, pues madre solo hay
una, y como la mía ninguna, pero no aspiro a igualar a los grandes en su
capacidad de escritura.
Quiero resaltar la fuerza
de su carácter, por eso las nubes no la opacan, por eso siempre es guía cuando
las tormentas atacan, y es que hay que estar forjado del mejor acero para
manejar un hogar, con un esposo medio loco, tres hijos atravesados, y el menor
bastante altanero. Para conservar la compostura, la fe y la esperanza, al
lidiar conmigo, mis innombrables defectos, y falta de templanza. Pocas mujeres, de
todas las que en el mundo han sido, han tenido personalidad más laboriosa,
entregada, diligente, y preocupada, por su familia, por su entorno.
Es abuela, amorosa como ninguna, que
dicha hubiera sido, gozar de una como ella, expresiva, afectuosa, enérgica,
siempre noble y paciente, también un poco indiscreta.
Perdona madre que el texto no sea mejor,
y no es que la inspiración me falte, es que las palabras no alcanzan para
expresar el amor, gratitud y admiración que siento. Perdona también que no haya
sido más extenso, pero quiero que sepas que, cuando sea grande, quiero ser tan
fuerte y sabio como tú. No en vano te llamas Luz, no en vano te dicen Lucero.