"...Aquella primera noche acampó junto a un pequeño
riachuelo, allí el agua era clara y fresca, su sonido producía un efecto
tranquilizante en Poblak, le calmaba un poco la ansiedad que sentía y el miedo
que tenía de fallarle a Angodres. El frío de la noche calaba en los huesos, las
nubes cubrían el firmamento manteniendo a raya las estrellas, así las sombras
se hacían más impenetrables. No se atrevió a encender una hoguera, de modo que
se acercó a su caballo y lo abrazó alrededor del cuello, contagiándose de
calor, mientras le susurraba palabras amistosas de ánimo y aliento para que le
aceptara como su amo y no perdiese el brío y la fuerza durante su trayecto,
invitándole a comer bien para que el largo viaje que los esperaba no le hiciera
mucha mella en sus carnes y belleza. Todo aquello lo había aprendido de algunos
de los centauros que habían sido sus compañeros de armas años atrás, realmente
se sentía feliz de volver a ver a aquellos sabios y poderosos seres. Luego de
entrar en calor se cubrió con una manta, y sin despojarse de sus avíos de pelea
dejó que el susurro del agua lo arrullara hasta quedar profundamente dormido,
soñando con la guerra, la gloria, y la restauración de Leftos.
Muy entrada la noche unas fuertes manos
aprisionándole la garganta le obligaron a abandonar el sueño abruptamente, ya
casi no podía respirar y la visión se le nublaba, quien fuera que lo estaba
intentado matar se encontraba sentado a horcajadas sobre su pecho y le
aprisionaba los brazos con las rodillas, por lo cual oponer resistencia era
casi imposible. Haciendo uso de la fuerza que le quedaba giró su cadera
rápidamente de un lado a otro hasta que logró girar sobre sí mismo y librarse
de su atacante, rápidamente pero con mucho esfuerzo se arrastró unos metros
alejándose de quien quiera que intentaba matarlo y se puso en pie con gran
esfuerzo, apenas lograba terminar de enderezarse recuperando el aliento pero
sin poder ver aun con claridad cuando sintió un golpe seco en el estómago, su
contrincante lo había envestido golpeándolo con el hombro y abrazándolo para
intentar someterlo en el suelo nuevamente, pero Poblak era demasiado pesado
para él y pudo aguantar el taque sin perder el equilibrio, reaccionó
desenfundando su espada e inmediatamente le dio en la espalda al otro con el
pomo, el golpe que le propinó fue tan duro que un fuerte “crac” sonó en alguna
parte y el estrangulador cayó desplomado lanzando un grito de dolor tan sonoro
que lastimó los tímpanos de Poblak y asustó al caballo. Ya con más calma el
soldado recuperó totalmente el aliento y su sentido de la vista volvió a la
normalidad, introdujo su pie por debajo del pecho del hombre caído y de un
fuerte empujón giró el cuerpo de aquel sujeto que aún se quejaba por la agonía
que le causaba el golpe en la espalda, la violencia de aquel movimiento
obligado le hizo sentir una punzada más fuerte aun en el lugar donde había
recibido el porrazo. Poblak no se sintió asombrado al ver de quien se trataba,
era nada más y nada menos el mercenario al cual Angodres le había perdonado la
vida, aun se encontraba desnudo, pero no había buscado el camino hacia sus
camaradas, herido en lo más profundo de su orgullo, había seguido a Angodres,
dándole la ventaja suficiente para que su presencia no se notara, y al ver que
aquel tomaba camino al sur, sabiendo que
no era rival para el príncipe, decidió esperar el momento oportuno para robar a
la familia de Poblak, sin embargo vio una oportunidad que creyó mejor al observar
que este partía solo en otra ruta, y prefirió seguirle, esperando pacientemente
hasta que le atacó. Sin mayor preámbulo
Poblak le pateo el costado tres veces al ventajoso y traicionero individuo, sepultandole acto seguido la espada en el corazón, se
retiró unos cuantos metros y continuó durmiendo con total tranquilidad.