miércoles, 25 de octubre de 2017

Trabajando Con Fantasmas

Alguna vez leí, tal vez en las redes sociales, que hay cosas que cuando se callan nos corroen, adicional a ello, he ido aprendiendo gracias a otras personas y a mi pobre experiencia, que la mejor forma de silenciar las voces de la cabeza es dejarlas que griten tan duro como puedan, este es uno de esos casos, y ¿Qué mejor grito que uno que se “oye” hasta en Rusia?.

No disfruto mucho redactando prólogos a mis escritos, pero esta vez lo consideré muy necesario, pues es la primera vez que dejo salir a pulmón abierto esas voces más profundas. Nunca he encontrado facilidad en decir las cosas que más me pesan de manera hablada, pues siento mayor facilidad y tranquilidad escribiendo, no es un tema de cobardía, si de algo me he dado cuenta en los últimos tiempos es que soy cualquier cosa menos cobarde, es más bien un asunto de comodidad y de orden, pues estructuro mejor las ideas cuando me obligo a escribirlas, en parte por vocación en parte por oficio. Aquí les dejo a mis voces para que les hablen. También para que todos aquellos que lo lean y tal vez pasen o hayan pasado por lo mismo sepan que no son los únicos, de pronto todo lo que tienen que hacer es dejar que sus fantasmas griten tan duro como puedan para que después se suman en el perpetuo silencio del sepulcro interior.


TRABAJANDO CON FANTASMAS

-Buenos días señores, acuérdense que si se van a aparecer me hacen bullita desde afuera pa’ que no me les cague del susto y poderles ayudar.

En las últimas semanas ese ha sido el saludo de todas las mañanas cada que abre la puerta del archivo, ese pequeño espacio en el centro del mundo, debajo de un histérico e histórico edificio de nombre imponente. Con la calma habitual organiza la mesa de trabajo, cala su cigarrillo y toma el primer bloque de papel para cumplir con el deber mientras siente que varios pares de ojos invisibles se posan sobre él con atención inusitada pues pocas veces una visita les dura tanto como las de este pendejo.

 Esas miradas invisibles le crispan los nervios, pero lo que realmente lo espanta son los fantasmas internos, esos que nunca lo abandonan sin importar donde esté, miradas de reproche y dedos acusadores provenientes del pasado, espectros de pequeñas muertes que él mismo ha sufrido con cada error cometido.

Sabe que el hombre es malvado porque no es hombre completo, por ello le cuesta tanto trabajo ser hombre bueno, porque nació roto, creció hueco y no ha sabido encontrar la colosal fisura para poder repararla, no ha sido por falta de intentos, o por falta de atención, Dios sabe que se esfuerza, solo el todopoderoso sabe lo que se esforzaron en su casa por que creciera derecho, pero el hueco es demasiado profundo para que cualquiera lo encuentre.

Es por eso, por evitar los fantasmas internos, que se zambulle sin dudarlo en los mares de papel que lo rodean para que la asfixia del conocimiento y el polvo adormezcan esos fantasmas interno, por ello mismo prefiere tratar con los externos, que los siente más débiles e inofensivos, pues al final no pueden hacerle daño, los de adentro los siente demasiado anclados y demoniacos para que los pueda exorcizar un párroco cualquiera.

Solo en el trabajo encuentra sosiego últimamente, una fuente inagotable de evasión de su propio ser, un recordatorio que hay un mundo más allá de su nariz, que la vida por fuera de su cuerpo es más dura que la propia. Esa labor diaria que espera algún día lo lleve a hacer algo que lo haga sentir orgulloso de sí mismo y no buscar por cualquier medio la aprobación externa, pues siente que no ha logrado nada, la mala suerte la ha capoteado como ha podido, muchas veces con ayuda y otras pocas sin ella, pero caminando siempre para adelante porque eso es lo que hacen los hombres, en su fuero interno siente que no ha logrado nada digno de reconocimiento, solo sucesos normales, que más se han dado por el amor y ayuda de familia y amigos, o por pura y llana buena suerte, no por sus propios méritos.

La oscuridad que le rodea se hace más densa en ese recóndito lugar del mundo y aun no es medio día, ha parado a descansar los ojos de tanta lectura y a calar un cigarrillo de sabor leñoso y humo espeso. En la calle el sol brilla pero los espectros que le rodean y lo acompañan no dejan que el calor le llegue, se fuma su chicote a toda carrera, y sigue trabajando antes de que esa endemoniada avería que tiene se agrande más de tanto pensar.

Es curioso como alguien tan impulsivo, tan irreflexivo, con un motor tan ciego y osado, puede albergar tantos cadáveres de recuerdos en la funeraria de su cabeza, y un afán tan innecesario e incendiario de sentirse aprobado, que alguien tan incompleto aun no tenga el corazón renegrido y quemado. Familia, amor, pasión  y trabajo, son las cosas que no le han permitido terminar de romperse, que se descomponga por completo.

Y a medida que labora le habla a los vestigios de los recuerdos ajenos que lo rodean, a esos fantasmas ajenos que se quedaron atados al concreto del edificio, a esos que con ojos curiosos e invisibles lo observan entre las rejillas de los anaqueles, a aquellos que en cualquier momento pueden materializarse sobre su cabeza para darle un espeluznante saludo, solo espera que antes de hacerlo le avisen para no perder la razón a causa del susto.

Al llegar la noche lamenta que el tiempo se acabe, debe olvidarse de los espectros ajenos, hijos de la superstición y las populares creencias, tan sencillos, tan inofensivos, tan fáciles de lidiar porque no son suyos, y regresar a la superficie del mundo, donde van a aflorar su propios espantos, reclamando la atención que no han recibido en muchas horas, a atormentar su cabeza, a reclamarle el sueño, a susurrarle con esa siniestra voz que al final está perdido, que nunca tendrá arreglo y siempre será incompleto. Sin embargo los aguanta, sigue avanzando a trompicones, con garrafales faltas y errores, con impulso ciego hacia adelante sin saber por qué, al final eso es lo que hacen los hombres así desconozcan el rumbo.

miércoles, 18 de octubre de 2017

Versos Sin Olvido

Queriendo escribirte versos
Y hoy no sale ninguno,
Queriendo matarte a besos
Y llevarte hasta neptuno.

Queriendo que me quieras,
Deseando enamorarte.
Con otros ojos me vieras,
O solo dejar de amarte.

Busco siempre la forma
de traerte a mi alma,
De ganar tu corazón
Y llevarte hasta mi cama.

Escribiendo versos cojos
Chuecos y sin ritmo.
Deseando tus labios rojos
Y tu cuerpo asesino.

Recordando una tarde vieja
Que me perdí entre tu escote,
Y noches que fuiste pareja
De miedos y reflexiones.

Lamentando mi lentitud
Cargando con mi silencio
Sólo entre la multitud
Con mi soledad pagando el precio

Anhelo de amor que no es mío
Ansiedad de tenerte cerca.
Mi corazón solo y baldío
Amando a una mujer terca.

Con resignación esperando
Callando mas de lo que digo.
Inexistente amor añorando
Buscando un olvido perdido.

miércoles, 11 de octubre de 2017

Tarde


Después de mucho tiempo sin publicar me encontré un texto que ya tiene algunos días de redacción. Posiblemente en las próximas semanas vengan mas.

Tarde

Tarde de sábado, tarde soleada,
Tarde de un cariño que llegó muy temprano, o tal vez muy tarde.

Horas vesperales de un día de nostalgia, en el que me debí quedar congelado para que no se convirtiera en un recuerdo que no puede ser olvidado.

Un recuerdo de ojos brillantes, de los besos que se me quedaron atrancados, de un sí que nunca dije, de algún evento que quedó cancelado.

Tarde en que tarde me di cuenta de tu importancia, tarde que no se borra, tarde que no se olvida, tarde que con su sol, ya lejano, todavía me ilumina.

Tarde luminosa que me llena de nostalgia, sobre todo cuando las noches son más oscuras y solitarias.

Recuerdo benevolente que alimenta una soledad buscada, que fortalece el deseo de aquel bienaventurado amor que pudo ser y que nunca más ha sido, que no me deja soltar este bendito cariño; cariño que me abriga, cariño que me amarra a tu sonrisa, y a tu pelo, cariño que en las tardes me mantiene prendido a un amor no correspondido.