Este escrito les va a parecer una colcha
de retazos, y lo es, está construido de muchas pendejadas que he venido
pensando, y a veces escribiendo, con los días.
Igualmente he procurado que los textos de este año sean mas generalizados, no tan "personalisimos" sobre todo para que ustedes, lectores, se puedan ver hablando en esas mismas lineas, al menos los que se sientan identiicados con ellas; sin embargo, este lo hago público para no ahogarme con lo
que se va quedando guardado… porque el cansancio de buscar eso que se perdió, o que tal vez nunca he tenido, me va llenando la taza y toca darle un
escape así al otro día me vuelva a sentir igual.
La misma .
Los últimos tiempos me han obliga’o a
reflexionar mucho sobre mi vida, de ahí a que descubriera que hoy solo soy
escombros de casas mal hechas que se vinieron abajo con las sacudidas (no he
podido saber si han sido muchas o pocas, las voces de mi cabeza no parecen
ponerse de acuerdo en eso). Si sé que me busco entre tanto trasto roto a ver
que encuentro, si es que encuentro algo, si es que alguna vez lo tuve o lo he
sido.
Vivir desgasta, mas de la cuenta, tanto
que a todos nos mata en algún momento; vieja jodida es la vida, sin importar
como se lleve, igual lo termina matando a uno, además de eso, disque toca
ganársela… tras de ingrata, sinvergüenza… ¡fulana de tres pesos!… cosa fea la
que le habrán hecho pa´que siempre termine echándose a cuestas los muertos. De
pronto es que vida y pelona son la misma mona con diferente paño.
El desgaste es evidente, se siente en el
alma, se nota en el pelo, cansa los ojos, da ganas de dejarse ahí tira’o y
pegar pa’ otra parte a ver si lo que se le perdió está recosta’o debajo de un
matarratón, o de un palo de guayabas, tal vez rega’o en algún potrero; lo malo
es que así uno pudiera abandonarse mientras husmea por fuera, seguro que lo que
se le embolató no va a estar donde lo vaya a buscar.
En alguna medida todo esto me recuerda a que solo quería un galopero alazán y tocar
la guitarra, lo segundo siempre lo supo hacer, lo primero le duró poco.
Yo siempre he querido mis galoperos, no
me importa si son alazanes, zainos, castaños, moros… los he tenido todos y,
aunque ninguna cosa amada dura tanto como uno quisiera, me han durado mas que
al pobre José Miguel que se hizo matar por recuperar su táparo (yo habría hecho
lo mismo); la tocada de guitarra (para fortuna de mi hígado y tranquilidad de
mi madre), a causa de mi indisciplina, y mi torpeza manual, no ha sido posible,
tal vez nunca lo sea.
Las guitarras y la vida; los poemas y los
caballos; las mujeres y el aguardiente, las motos y el trabajo. De principio a
fin, todos se parecen. Se necesita pasión, entusiasmo y disciplina, tanto para
cogerles el gusto, como para llevarlos bien; para que luzcan y pa’ que no nos
maten antes de tiempo. Todo eso pa terminar muerto, pasarse la vida tratando de
ganársela pa que al final lo mate, que perra suerte la de los que nacen… De
pronto es que vida y pelona son la misma mona con diferente paño.
Pero, a pesar de todo eso, de tanta
amargura, de tanto escombro y trasto roto que no dejan encontrar lo que alguna
vez se le perdió a uno, eso que de pronto, solo de pronto, podría servir pa’
armar un rancho menos enclenque, no le termino de coger pereza, será porque ya
le conocí también el lado amable. Porque, a pesar de todo, se siente completa
cuando trae guitarras, poemas, aguardiente, caballos y mujeres; también con
motos, fierros que, a la larga, vienen siendo raspa’os con llantas.