jueves, 27 de agosto de 2020

Rendición

 

La única introducción que quiero darle a esta publicación es que mi amiga, crítica, y lectora de cabecera, Andrea Ariza Bravo, fue quien bautizó el escrito hace unos pocos días; la palabra con la que lo definió es el titulo que lleva. 

 

RENDICIÓN

 

Han pasado mil agostos

recordando su llegada,

casi los mismos septiembres,

acusan hoy su partida;

van calendarios completos,

con el vacío en la vida.

 

Buscando tanto ese amor

en otros mil y un dolores.

Buscando sus dulces ojos,

ojos dueños de mis amores.

 

Cargando con mil errores,

esos que la espantaron;

su ausencia pesando siempre,

anhelo que vuelva a mi lado.

 

Extraño esos ojos tiernos,

faltan más que mi caballo;

extraño sus besos ciertos

y abrazos acalorados.

 

Tantas noches compartidas,

y un apoyo tan sereno;

en estos tan largos días,

me mata ya no tenerlos.

 

Tocó amarla en silencio,

expresarme ya no puedo;

incapaz de despedirme,

y el olvido está rejego.

 

Yo la sigo esperando,

mientras en dolor me entierro.

amarla y llorarla mudo,

porque olvidarla no puedo.

jueves, 30 de julio de 2020

La misma “mona” con diferente paño

Este escrito les va a parecer una colcha de retazos, y lo es, está construido de muchas pendejadas que he venido pensando, y a veces escribiendo, con los días.


Igualmente he procurado que los textos de este año sean mas generalizados, no tan "personalisimos" sobre todo para que ustedes, lectores, se puedan ver hablando en esas mismas lineas, al menos los que se sientan identiicados con ellas; sin embargo, este lo hago público para no ahogarme con lo que se va quedando guardado… porque el cansancio de buscar eso que se perdió, o que tal vez nunca he tenido, me va llenando la taza y toca darle un escape así al otro día me vuelva a sentir igual.


La misma .

Los últimos tiempos me han obliga’o a reflexionar mucho sobre mi vida, de ahí a que descubriera que hoy solo soy escombros de casas mal hechas que se vinieron abajo con las sacudidas (no he podido saber si han sido muchas o pocas, las voces de mi cabeza no parecen ponerse de acuerdo en eso). Si sé que me busco entre tanto trasto roto a ver que encuentro, si es que encuentro algo, si es que alguna vez lo tuve o lo he sido.


Vivir desgasta, mas de la cuenta, tanto que a todos nos mata en algún momento; vieja jodida es la vida, sin importar como se lleve, igual lo termina matando a uno, además de eso, disque toca ganársela… tras de ingrata, sinvergüenza… ¡fulana de tres pesos!… cosa fea la que le habrán hecho pa´que siempre termine echándose a cuestas los muertos. De pronto es que vida y pelona son la misma mona con diferente paño.


El desgaste es evidente, se siente en el alma, se nota en el pelo, cansa los ojos, da ganas de dejarse ahí tira’o y pegar pa’ otra parte a ver si lo que se le perdió está recosta’o debajo de un matarratón, o de un palo de guayabas, tal vez rega’o en algún potrero; lo malo es que así uno pudiera abandonarse mientras husmea por fuera, seguro que lo que se le embolató no va a estar donde lo vaya a buscar.


En alguna medida todo esto me recuerda a que solo quería un galopero alazán y tocar la guitarra, lo segundo siempre lo supo hacer, lo primero le duró poco.


Yo siempre he querido mis galoperos, no me importa si son alazanes, zainos, castaños, moros… los he tenido todos y, aunque ninguna cosa amada dura tanto como uno quisiera, me han durado mas que al pobre José Miguel que se hizo matar por recuperar su táparo (yo habría hecho lo mismo); la tocada de guitarra (para fortuna de mi hígado y tranquilidad de mi madre), a causa de mi indisciplina, y mi torpeza manual, no ha sido posible, tal vez nunca lo sea.


Las guitarras y la vida; los poemas y los caballos; las mujeres y el aguardiente, las motos y el trabajo. De principio a fin, todos se parecen. Se necesita pasión, entusiasmo y disciplina, tanto para cogerles el gusto, como para llevarlos bien; para que luzcan y pa’ que no nos maten antes de tiempo. Todo eso pa terminar muerto, pasarse la vida tratando de ganársela pa que al final lo mate, que perra suerte la de los que nacen… De pronto es que vida y pelona son la misma mona con diferente paño.


Pero, a pesar de todo eso, de tanta amargura, de tanto escombro y trasto roto que no dejan encontrar lo que alguna vez se le perdió a uno, eso que de pronto, solo de pronto, podría servir pa’ armar un rancho menos enclenque, no le termino de coger pereza, será porque ya le conocí también el lado amable. Porque, a pesar de todo, se siente completa cuando trae guitarras, poemas, aguardiente, caballos y mujeres; también con motos, fierros que, a la larga, vienen siendo raspa’os con llantas.


[1] El Día Señalado, Manuel Mejía Vallejo

jueves, 16 de julio de 2020

Dolido

En mi compromiso (conmigo y con mis exiguos lectores) de publicar con mayor periodicidad este año, vivo revisando textos viejos y casi condenados al olvido, de algo que empecé hace un poco más de dos meses me encontré los versos de hoy, he de confesar que no son mi mejor obra, pero alego en mi defensa que he publicado cosas peores y menos auténticas... Se aceptan críticas, a menos que se sientan tentados a decirme que escribo como Arjona, en ese caso, mejor no me digan. 


Dolido

Se llora entre los escombros
viendo la casa caída;
pesada carga en los hombros
es la esperanza perdida.

Frenar no se hace posible,
se avanza, sin más remedio,
y por un paso pa’lante,
pa‘trás son dos y medio.

Se gana y se pierde parejo,
pero rara vez se empata.
Cargando un dolor añejo
que’l paso del tiempo no mata.

Con una vida angustiada, 
no me bendice el olvido. 
Perra suerte, esta pasmada,
Que me tiene tan perdido.

Llorando pa’dentro a diario
de dientes pa’fuera me río, 
las dichas conté en glosario,
pero el dolor es solo mío. 

Hasta el final de la vía 
es tan solo otro recule; 
una acostada obligada,
pa’ que’l muerto no module.