CONVERSACIÓN CON EL SEGUNDO HIJO
En tiempos muy remotos, hijo mío,
los hombres fueron tristes, desiguales.
Los menos, por ser todopoderosos.
Los más, por ser esclavos y ser frágiles
.
También, en esos tiempos ya lejanos,
era el hijo mayor más importante.
Tenía derechos sobre los segundos,
a pesar del afecto y de la sangre.
Pero llegaron los libertadores,
Espartaco y Bolívar y sus ángeles.
Y poblaron el mundo de palomas
con las alas de todas las verdades.
Después de las espadas y las plumas,
hoy nacemos, por fin, todos iguales.
Lo importante es vivir, no de primeros,
sino con toda el alma. Nunca es tarde.
Para llegar al tiempo y a la vida,
al espacio, al amor, a las bondades.
Hay lugar para todos en el mundo:
Para los cabos y los generales.
Hay
lugar para el beso, para el surco.
Para
el nido y la cuna, no hay edades.
No
hay segundo en la paz, en la alegría.
Ni
existe, en el amor, segundas partes.
El
viento no conoce prelaciones,
ni
sabe el padre sol de prioridades.
A
todos nos alumbran y calientan
el
corazón y el sol: somos iguales.
Te
lo cuento, hijo mío, como hermano,
nací
el sexto entre diez, si no lo sabes.
Y
nunca me han faltado el sol ni el agua.
¡Y
fui igual ante el pecho de mi Madre!