jueves, 21 de marzo de 2019

PALABRAS AL HIJO PARA QUE NO USE CAUCHERA - ANTONIO MEJÍA GUTIÉRREZ

Muy respetados lectores, mientras preparo y pulo los escritos que publicaré próximamente, les quiero compartir tres poemas de mi papá, aquellos que abiertamente declaró que nos escribió a sus hijos en algún momento de la vida; el primero, el cual se empezó a gestar por los mismos días que nació mi hermano mayor, es tal vez el mas famoso del segmento, y de todos los que escribió; con mucho orgullo y mucho honor les dejo...


PALABRAS AL HIJO PARA QUE NO USE CAUCHERA

Ahora estás en la cuna, mi pequeño,
pequeño compañero de la base.
Indefenso, asombrado, sorprendido,
Asustado milagro de mi sangre.

Pero un día serás ya todo un hombre,
es decir, llegarás a niño grande.
Y quiero hacerte un ruego para entonces
en nombre del pueblito de las aves.

Las manos de los hombres fueron hechas
para abrazar mujeres en la tarde.
Para pulir el barro, para el surco,
para pintar cuadernos con imágenes;
para reconocer a los amigos,
para ayudar al ciego allá en la calle.

De la naturaleza y de la vida,
los ojos son los hechos más brillantes.
No es bueno que los ojos y las manos
se apliquen en asuntos que te amarguen.
No es bueno que se extienda tu estatura
con los hilos de caucho en tus falanges.
La cauchera es traición. Es alevosa,
tiene el sigilo de los criminales.

Es una bomba atómica lanzada
sobre 1os Hiroshimas de los árboles.
Hiroshima, hijo mío, una lejana
ciudad donde murieron muchas madres,
por culpa de unos odios y una guerra
con muerte en cantidades industriales.

Los nidos son las cunas de unos niños
más pequeños que tú y tus amistades;
y el papá de esos niños, más chiquito,
y más desprotegido que tu padre.

Vinimos a este mundo para el trigo,
para aplaudir al trino y los arcángeles;
para buscar el alma en las palabras,
y para defender al que no sabe.

Nunca pongas los ojos ni las manos
en cosas que no sean muy amables.
No son para la muerte, ni la herida,
son para trabajar y enamorarse.

Por eso es por lo que te hago este ruego,
no quiero prohibirte ni alegarte.
Pero sabrás, espero, conducirte
en paz contigo mismo y con las aves.

                                                                                       Antonio Mejía Gutiérrez

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