miércoles, 29 de noviembre de 2017

Radiografía

Ingenuamente pensé que ya me había desecho de todo mi entripado, pero algo me compele a escribir esta radiografía, sin saber siquiera cual es el propósito, posiblemente es solo por intentar un poco de escritura aleatoria, tal y como me lo recomendó mi adorada Isabel Echeverri hace una par de horas.

Y lo digo así, porque mientras rayaba en mi agenda, comprada hace cinco años y medio en el zoológico de Cali, en la cual se encuentran una gran parte de mis paupérrimos manuscritos y que ha sufrido todos los vejámenes y forcejeos internos que me han llegado a atacar, faltándole incluso ya algunas hojas que con precisión quirúrgica le he arrebatado usando el filo de mi navaja Andújar de acero toledano comprada en chile; uno tenía ni idea de lo que iba a decir, es mas, a estas alturas no tengo clara la estructura del texto, solo que debo eliminar algunos apartes del texto original. Todos datos curiosos pero totalmente irrelevantes, así como muchas veces se siente el autor de este texto, curioso, pero irrelevante.

Hace alguno días publiqué “Trabajando con Fantasmas”, un cuento que redacté habiendo alusión a mis espectros internos y a la fascinación que me produce mi trabajo cuando me absorbe tanto que durante algunas horas me logro olvidar de las voces en mi cabeza. Confieso que durante un par de semanas me sentí un poco más liviano, sobre todo porque en dicho escrito hablé de cosas que pocas veces me he atrevido a decirle a cualquier otro mortal, cosas que incluso no he compartido abiertamente con mi familia, terapeuta o pareja de turno, tal vez por ello es que al final, de una u otra forma, he terminado fracasando en esos ámbitos.

Ahora bien, los espectros de ese momento pudieron haber desaparecido temporalmente, pero citando al legendario cantante, a “la reina del rock”, Belcebú tiene un demonio apartado para mí, y ese hijodesupinkfloyd, se encarga de revivir los fantasmas que con tanto trabajo logro exorcizar de mi torre llena de telarañas y del eco de viejos reproches.

Con lamentable frecuencia he cometido los mismos errores, que hieren siempre a las mismas personas, a aquellas que yo más quiero y que saben que daría la vida por ellos. ¿los he cometido por bruto? ¿Porque no confío plenamente en ellos? O ¿Por qué temo que vean algo inaceptable en mí que no vale ni merece el amor? Tal vez ¿un poco de todo lo anterior? Francamente, no tengo puta idea, y si acaso la tengo, no he identificado correctamente la respuesta, en cuanto a los errores, de ellos solo diré, que no son de su incumbencia querido lector.

De otro lado, hace días que tengo en la cabeza pegados tres tangos que, fusionándolos, fácilmente podrían explicar un pequeñísimo pedazo de la montaña rusa de pensamientos que es mi cabeza, ellos son: me da pena confesarlo, solo se quiere una vez, y las 40, los dos primeros de Gardel, del último, prefiero la versión de Edmundo Rivero.

Avanzando un poco más, he descubierto que me he gastado una considerable porción de mi existencia buscando los pedazos de lo que alguna vez fui (como dice la canción de Estopa) sin tener éxito en encontrarlo, debe ser porque lo que busco realmente nunca lo tuve, o se perdió hace mucho tiempo, tal vez antes que la cajita de Miguel y el folder de Felipe (que en ese orden desaparecieron),  ya ni si quiera recuerdo que es, es posible que sea algo que se ahogó en el fondo de La Laguna, o se extravió en un cafetal para que lo encontrase un chapolero afortunado que lo necesitaba más que yo.

Si con objetividad pienso en lo que hoy soy, y lo comparo con lo que fui hace algún tiempo, con seguridad que no regreso, tal vez rescataría de ese Simón, ya perdido en los entresijos del tiempo, un poco de la rabia que a veces me impulsaba a avanzar sin sentir miedo, pero solo lo necesario, y cargaría todo el importaculismo que me encontrara en el camino para que en el morral de mi cabeza no quedara espacio para seguir cargando con el peso que los errores ya cometidos (y que no pueden ser remediados) ejercen sobre mi conciencia impidiéndome levantar la cabeza y apreciar plenamente el presente venturoso que me acompaña, pero nuevamente, el único responsable de todo ello soy yo.

He de confesar abiertamente que no he sido buen hijo, buen hermano, buen amigo ni buen novio, en conclusión, no he sido buena persona. Si he sido bastante resistente, y quienes mejor me conocen saben que es cierto y saben a qué me refiero, aunque esa cualidad se la atribuyo a mis amados progenitores y a mis hermanos, que fueron quienes me criaron, así como a la genética, pues nadie más resistentes que mis papás y sus respectivas familias.

Pido perdón públicamente y de todo corazón a mi mamá, hermanos, amigos y exnovia, por no ser mejor de lo que he sido, pero fui lo que les tocó en el sorteo; si por azar o por carácter este escrito les ha sacado la piedra, también les pido perdón por ello.

Soy buen trabajador, madrugador honesto, esforzado y honrado, ello también se lo debo a mis papás y hermanos que a diario durante 32 años y 7 meses me han dado ejemplo constante. Romántico, enamorado, soñador, y bastante emocional, pero eso ya lo saben ustedes, los que me leen, y también soy el putas para hablar de cosas que no tienen mayor trascendencia, tengo muy buena suerte, y facilidad para escribir, así como un amor desmedido por mi caballo.

Para finalizar, no soy una persona de constancia en mis expresiones de afecto, si por algún motivo a usted le busco con obstinación inusitada, créame que es porque le llevo demasiado dentro del corazón y la cabeza para relegarle al olvido.

Si quien está leyendo esto es parte de mi familia inmediata incluyendo a mis "hermanas políticas" sepa bien que, pese a mi infinito mar de defectos, le amo más allá de lo que las palabras pueden expresar.

miércoles, 22 de noviembre de 2017

El Regalo de Prometeo

Un poema que escribí hace algún tiempo

El Regalo de Prometeo

Atormentado escribo esto, 
No por tristeza o soledad,
Me perturba es el silencio
Que me obliga la caballerosidad,

No me esfuerzo en hacer versos
Que limiten la expresión,
Es un crimen reducir a silabas
Su desbordada pasión.

Que larga fue la espera
Sin saber que la esperaba,
Y es una amarga condena 
Volver a estar sin nada.

Es dulzura y atención,
Es sexo desmesurado.
Pelo negro y ojos claros,
Es la emisaria del diablo.

Inteligente y apasionada,
El regalo de Prometeo,
Mujer de mundo, paz y guerra
Tener su amor fue mi sueño.

Sonríe e ilumina al mundo,
Al desnudarse eclipsa al sol.
Hechicera del tiempo, Bruja en vida,
Alma de diabla y sonrisa de dios.

¿Puede alguien rechazar su piel suave?
¿Ignorar su cuello sensible?
¿Olvidar su alma indomable?
¿Maltratar su mente terrible?

Es imposible ser coherente,
No es mujer para definir,
Solo un deseo me atañe
Pues la quiero para mí.

Los simples versos la limitan,
Más en el primer bosquejo,
De todo lo que mi alma grita,
No hay un idóneo espejo.

La pienso y quiero quererla,
Abrazarla y protegerla,
Quiero también desnudarla,
La noche entera “poseerla”


La pienso y me hago cursi,
Romántico e inseguro
A la vez me vuelvo guerrero,
Más temible que el dios Neptuno.

Le escribo versos malos
Porque nubla mi cordura
Escribo lo que de ella pienso
Sin saber si el romance perdura.


miércoles, 15 de noviembre de 2017

Tardes y Noches Negras

Sin mayor introducción, para ella, y lo poco que no le he dicho.

Tardes y Noches Negras

Te extraño en mis noches negras,
Extraño tu cuerpo y tu abrazo.
Añorando las cosas buenas,
Lejanas en tiempo y espacio.

Te extraño porque te has ido
En momento muy temprano.
Hoy anhelo el llamado olvido
Que mata el recuerdo cercano.

Te extraño todos los días,
Sollozo tu nombre en secreto,
Recordando las horas idas,
Y amando un amor tan muerto.

Te extraño en mis tardes negras
De viernes y lunes macabros,
De sábados con coperas,
En cantinas y oscuros antros.

Te extraño todas las noches,
Cuando me pierdo con mi caballo,
Y me matan los reproches
Que me dan lo mucho que callo.

Hombre y caballo te extrañan
Por amor o por capricho.
Sabrá Dios que locura entraña
Lo poco que no te he dicho.

miércoles, 8 de noviembre de 2017

Palabras Mudas

Con la fría calma que precede la tormenta dio la última calada a su cigarrillo, larga y profunda como su amor, lenta y tranquila como el rumiar de las vacas, soltó el aire, casi que con nostalgia por el humo que abandonaba sus pulmones, aplastó le colilla con la suela de su bota, apretó las correas de la montura, se ajustó bien el sombrero, y saltó sobre el lomo de su alazán con inusitada agilidad para alguien tan corpulento.

Mientras avanzaba lentamente revisó las municiones de su Winchester 1873, una reliquia que encontró olvidada en el zarzo de una casa en demolición, solo tenía siete balas calibre .44 y la recamara vacía, tendría que hacer valer cada tiro si quería sobrevivir. Verificó el filo de su cuchillo por si lo llegaba a necesitar, y amarró el zurriago del chacho de la silla, asegurándolo con la parte interna de su pierna derecha. 

A paso regular y calculado continuó su andar por entre los frondosos matorrales que rodeaban la vieja iglesia, ubicada en la mitad de la nada, el lugar perfecto para su rival quien, a razón de sus delitos, debía permanecer alejado de cualquier sitio que ostentara la más mínima concurrencia.

Desde lejos pudo observar que la misa ya había iniciado, su cálculo era perfecto, una vez empezara la acometida nadie podría escapar. Ahora solo faltaban los hechos,  –La parte fácil-, pensó con amargura. Acarició las crines de oro de su caballo, le palmeó el cuello con sobrado afecto, desenfundó la escopeta y montó el primer tiro, se ubicó a unos 300 metros del lado derecho de la edificación que pretendía tomar por asalto, teniendo sumo cuidado en no anunciar su llegada anticipadamente a los hombres que con celo cuidaban la entrada del atestado recinto.

Una vez estuvo en el lugar que consideró más apropiado salió de entre los matorrales como un espectro, soltó las riendas, tomó la escopeta con ambas manos apuntándola al menos lejano de los vigilantes, oró con toda la fe que le quedaba, pidiendo al cielo perdón y ayuda en esta su hora, que podría ser la última, y con un leve movimiento de talones le indicó a su cabalgadura que el momento había llegado.

El magnífico alazán, tan entendido, tan acostumbrado desde antes de que el tiempo fuera tiempo a entender los caprichos del jinete, se lanzó a la carrera como si fuera el viento hecho caballo, cubriendo como una exhalación la distancia que los separaba del objetivo, sin que retumbar de sus cascos se oyeran en lo más mínimo, mientras el jinete tranquilamente apuntaba a al primer contrincante quien, al igual que sus compañeros, pensaba inocentemente que el peligro vendría de frente y por la carretera. 

Con el alma triste por las muertes que adelante le esperaban, pero convencido de su necesidad, el jinete apretó el dedo índice y sonó un fogonazo, inmediatamente el primer hombre cayó sin saber si quiera de donde le había llegado la muerte. ¡PUM! Otro disparo certero sucedido inmediatamente por el segundo cuerpo inerte, pero los tres hombres restantes ya tenían las armas empuñadas y empezaron la reciprocidad en atenciones.

El caballo comenzó a zigzaguear sin perder su avance para no ser un blanco tan sencillo, mientras el jinete mantenía con pericia el equilibrio y aflojó un tercer balazo que alcanzó su objetivo, pero no lo hirió fatalmente. –Ya lo remataré-, pensó mientras soltaba la cuarta bala y otro difunto se sumaba a su prontuario. 

El quinto hombre era demasiado menudo, demasiado rápido, dos balas del Winchester le pasaron zumbando sin rozarlo siquiera y, cuando la tercera le dio en la frente, cayó dando un último disparo que se alojó en la pierna del atacante. Guardó la escopeta, ya sin municiones, en su funda y recuperó las riendas del caballo, paso a paso se acercó al pórtico de la iglesia deteniendo al equino junto al cuerpo del hombre que aún estaba con vida, templó entonces un poco la rienda mientras le hincaba los talones al caballo haciéndolo encabritar, aplastando así el cráneo del caído cuando las patas del animal tocaron tierra. 

Entró en la iglesia sin bajar del caballo, abriéndose paso a la mala entre todo aquel que se quiso interponer entre él y su objetivo, quitándolos del medio ya fuera de un garrotazo con el zurriago de madera de caragualo, o con el poderoso pecho del caballo. 

Al fondo de la nave principal de la iglesia, parada junto al altar, se encontraba ella, vestida de blanco, tan radiante, tan hermosa, más inocente que un niño, más astuta que cualquier zorro, mirándole acercarse con los ojos brillantes, llenos de amor y de dudas. Un lujurioso calor la invadió en un principio, al verlo tan osado, tan valiente, magnifico y terrible enfrentando la muerte con su gabardina oscura, sus ropas azules y el sombrero blanco, montado en su envidiable caballo todo aperado de un negro impecable. Sin embargo, mientras él se acercaba, ella no se movió, pues entre menos distancia había entre ellos, la mujer más se percataba de lo raída y vieja que el hombre traía la ropa y cuan percudido estaba su sombrero blanco. 

Cuando el jinete estuvo frente a ella, le tendió una mano, sin mediar palabra pero con dulce mirada como queriendo decir -¿nos vamos?-. Ella intentó avanzar, pero inmediatamente se detuvo y miró a su futuro esposo, quien carente de toda gracia física, y de emoción alguna, se encontraba impasible junto a ella, imperturbable, realizando las habituales sumas y restas mentales, sin dar la menor muestra de alteración, preocupación, tristeza, amor, o importancia a nada, un hombre feo y vacío con los bolsillos llenos de dinero, impecablemente vestido para la ocasión, un tipo que claramente la ignoraría a diario pero podría seguir brindándole a ella el estilo de vida al que estaba acostumbrada desde la cuna, y así, sin mediar palabra, se quedó dónde estaba y tomó de la mano al que estaba junto a ella, mirando con profunda tristeza al jinete como quien dice –Aquí me quedo, perdiste el viaje-.

El hombre sonrió con amargura y dio media vuelta, saliendo de la iglesia con la misma lentitud y seguridad con la que había entrado, la espalda recta, las piernas firmes, el culo asentado y sin una sola lagrima o contracción que delatara su dolor, de alguna manera se marchaba tranquilo, pues aunque lo había perdido todo, aún no había nacido quien se atreviera a arrebatarle su montura y su caballo. Junto al altar, la dama de blanco contenía la lágrima más amarga, ella también sabía que estaba cometiendo un error.


FIN

miércoles, 1 de noviembre de 2017

Eterno Debate

Entre la tranquilidad y el llanto, agradeciendo lo que tengo y añorando lo que tuve, pensando en lo que perdí, repitiendo mentalmente las duras palabras de la mamá de Boabdil.
Entre la tranquilidad y el llanto del por mayor y el por cuanto de lo que alguna vez tuve, de lo que alguna vez fui.
Entre la tranquilidad y el llanto de la ciudad codiciosa y la montaña contagiosa, queriendo sumar lo que se ha ido a aquello que conseguí.
Entre la tranquilidad y el llanto de la silla caliente y la cama vacía, alentado en la soledad pero queriendo encontrar tu mirada con la mía.

Entre la tranquilidad y el llanto mostrando una sonrisa fría y conteniendo amargamente las lágrimas saladísimas, porque el tiempo lleva prisa y no perdona la brisa de la soledad ni del triunfo.
Y es que en esas vive el hombre, entre tranquilo y llorando, entre feliz y enojado porque la vida no para, porque de noche no puede sacar de tajo lo que por golpe entró una mañana, porque el secreto lo asola, porque nunca llega la hora de sentirse liberado, porque por cada tranquilidad hay un sueño fusilado, porque teme perder hoy mismo aquello que aún le resta y también lo que le ha llegado trepando la dura cuesta.

Entre la tranquilidad y el llanto por aquello que nunca ha sido, por el lugar en que está y por lo que ya ha perdido.
Entre la tranquilidad y el llanto de la solvencia sufrida y la ilusión descolorida, peleando contra su sombra, anhelando lo perdido, dando paso al sufrimiento o añorando al ser querido.
Entre la tranquilidad y el llanto de la noche silenciosa, cuando la mente está agotada y el cuerpo exige otra cosa.
Entre la calma del desahogo y el sollozo de la tristeza, la alegría de la bonanza y una soledad sin tregua. Entre la fuerza del pujante y la debilidad del inseguro.

Entre tranquilo y llorando, tan feliz, tan desgraciado, exorcizando los fantasmas de todo lo que ha pasado y queriendo sumar el espectro de eso tan resistente, de ese infernal demonio que a diario mata y nunca muere, peleando con el pasado y dándole lidia al futuro.

Avanzando a trompicones, sin dejar de caminar, porque así viven los hombres después de cierta edad. Cargando a sus espaldas el peso de la conciencia, llevando a cuestas siempre esa constante guerra, esa que a diario pelea apenas se abre el debate y se pasa el tiempo peleando, y tambaleando, debatido eternamente entre la tranquilidad y el llanto.

miércoles, 25 de octubre de 2017

Trabajando Con Fantasmas

Alguna vez leí, tal vez en las redes sociales, que hay cosas que cuando se callan nos corroen, adicional a ello, he ido aprendiendo gracias a otras personas y a mi pobre experiencia, que la mejor forma de silenciar las voces de la cabeza es dejarlas que griten tan duro como puedan, este es uno de esos casos, y ¿Qué mejor grito que uno que se “oye” hasta en Rusia?.

No disfruto mucho redactando prólogos a mis escritos, pero esta vez lo consideré muy necesario, pues es la primera vez que dejo salir a pulmón abierto esas voces más profundas. Nunca he encontrado facilidad en decir las cosas que más me pesan de manera hablada, pues siento mayor facilidad y tranquilidad escribiendo, no es un tema de cobardía, si de algo me he dado cuenta en los últimos tiempos es que soy cualquier cosa menos cobarde, es más bien un asunto de comodidad y de orden, pues estructuro mejor las ideas cuando me obligo a escribirlas, en parte por vocación en parte por oficio. Aquí les dejo a mis voces para que les hablen. También para que todos aquellos que lo lean y tal vez pasen o hayan pasado por lo mismo sepan que no son los únicos, de pronto todo lo que tienen que hacer es dejar que sus fantasmas griten tan duro como puedan para que después se suman en el perpetuo silencio del sepulcro interior.


TRABAJANDO CON FANTASMAS

-Buenos días señores, acuérdense que si se van a aparecer me hacen bullita desde afuera pa’ que no me les cague del susto y poderles ayudar.

En las últimas semanas ese ha sido el saludo de todas las mañanas cada que abre la puerta del archivo, ese pequeño espacio en el centro del mundo, debajo de un histérico e histórico edificio de nombre imponente. Con la calma habitual organiza la mesa de trabajo, cala su cigarrillo y toma el primer bloque de papel para cumplir con el deber mientras siente que varios pares de ojos invisibles se posan sobre él con atención inusitada pues pocas veces una visita les dura tanto como las de este pendejo.

 Esas miradas invisibles le crispan los nervios, pero lo que realmente lo espanta son los fantasmas internos, esos que nunca lo abandonan sin importar donde esté, miradas de reproche y dedos acusadores provenientes del pasado, espectros de pequeñas muertes que él mismo ha sufrido con cada error cometido.

Sabe que el hombre es malvado porque no es hombre completo, por ello le cuesta tanto trabajo ser hombre bueno, porque nació roto, creció hueco y no ha sabido encontrar la colosal fisura para poder repararla, no ha sido por falta de intentos, o por falta de atención, Dios sabe que se esfuerza, solo el todopoderoso sabe lo que se esforzaron en su casa por que creciera derecho, pero el hueco es demasiado profundo para que cualquiera lo encuentre.

Es por eso, por evitar los fantasmas internos, que se zambulle sin dudarlo en los mares de papel que lo rodean para que la asfixia del conocimiento y el polvo adormezcan esos fantasmas interno, por ello mismo prefiere tratar con los externos, que los siente más débiles e inofensivos, pues al final no pueden hacerle daño, los de adentro los siente demasiado anclados y demoniacos para que los pueda exorcizar un párroco cualquiera.

Solo en el trabajo encuentra sosiego últimamente, una fuente inagotable de evasión de su propio ser, un recordatorio que hay un mundo más allá de su nariz, que la vida por fuera de su cuerpo es más dura que la propia. Esa labor diaria que espera algún día lo lleve a hacer algo que lo haga sentir orgulloso de sí mismo y no buscar por cualquier medio la aprobación externa, pues siente que no ha logrado nada, la mala suerte la ha capoteado como ha podido, muchas veces con ayuda y otras pocas sin ella, pero caminando siempre para adelante porque eso es lo que hacen los hombres, en su fuero interno siente que no ha logrado nada digno de reconocimiento, solo sucesos normales, que más se han dado por el amor y ayuda de familia y amigos, o por pura y llana buena suerte, no por sus propios méritos.

La oscuridad que le rodea se hace más densa en ese recóndito lugar del mundo y aun no es medio día, ha parado a descansar los ojos de tanta lectura y a calar un cigarrillo de sabor leñoso y humo espeso. En la calle el sol brilla pero los espectros que le rodean y lo acompañan no dejan que el calor le llegue, se fuma su chicote a toda carrera, y sigue trabajando antes de que esa endemoniada avería que tiene se agrande más de tanto pensar.

Es curioso como alguien tan impulsivo, tan irreflexivo, con un motor tan ciego y osado, puede albergar tantos cadáveres de recuerdos en la funeraria de su cabeza, y un afán tan innecesario e incendiario de sentirse aprobado, que alguien tan incompleto aun no tenga el corazón renegrido y quemado. Familia, amor, pasión  y trabajo, son las cosas que no le han permitido terminar de romperse, que se descomponga por completo.

Y a medida que labora le habla a los vestigios de los recuerdos ajenos que lo rodean, a esos fantasmas ajenos que se quedaron atados al concreto del edificio, a esos que con ojos curiosos e invisibles lo observan entre las rejillas de los anaqueles, a aquellos que en cualquier momento pueden materializarse sobre su cabeza para darle un espeluznante saludo, solo espera que antes de hacerlo le avisen para no perder la razón a causa del susto.

Al llegar la noche lamenta que el tiempo se acabe, debe olvidarse de los espectros ajenos, hijos de la superstición y las populares creencias, tan sencillos, tan inofensivos, tan fáciles de lidiar porque no son suyos, y regresar a la superficie del mundo, donde van a aflorar su propios espantos, reclamando la atención que no han recibido en muchas horas, a atormentar su cabeza, a reclamarle el sueño, a susurrarle con esa siniestra voz que al final está perdido, que nunca tendrá arreglo y siempre será incompleto. Sin embargo los aguanta, sigue avanzando a trompicones, con garrafales faltas y errores, con impulso ciego hacia adelante sin saber por qué, al final eso es lo que hacen los hombres así desconozcan el rumbo.

miércoles, 18 de octubre de 2017

Versos Sin Olvido

Queriendo escribirte versos
Y hoy no sale ninguno,
Queriendo matarte a besos
Y llevarte hasta neptuno.

Queriendo que me quieras,
Deseando enamorarte.
Con otros ojos me vieras,
O solo dejar de amarte.

Busco siempre la forma
de traerte a mi alma,
De ganar tu corazón
Y llevarte hasta mi cama.

Escribiendo versos cojos
Chuecos y sin ritmo.
Deseando tus labios rojos
Y tu cuerpo asesino.

Recordando una tarde vieja
Que me perdí entre tu escote,
Y noches que fuiste pareja
De miedos y reflexiones.

Lamentando mi lentitud
Cargando con mi silencio
Sólo entre la multitud
Con mi soledad pagando el precio

Anhelo de amor que no es mío
Ansiedad de tenerte cerca.
Mi corazón solo y baldío
Amando a una mujer terca.

Con resignación esperando
Callando mas de lo que digo.
Inexistente amor añorando
Buscando un olvido perdido.

miércoles, 11 de octubre de 2017

Tarde


Después de mucho tiempo sin publicar me encontré un texto que ya tiene algunos días de redacción. Posiblemente en las próximas semanas vengan mas.

Tarde

Tarde de sábado, tarde soleada,
Tarde de un cariño que llegó muy temprano, o tal vez muy tarde.

Horas vesperales de un día de nostalgia, en el que me debí quedar congelado para que no se convirtiera en un recuerdo que no puede ser olvidado.

Un recuerdo de ojos brillantes, de los besos que se me quedaron atrancados, de un sí que nunca dije, de algún evento que quedó cancelado.

Tarde en que tarde me di cuenta de tu importancia, tarde que no se borra, tarde que no se olvida, tarde que con su sol, ya lejano, todavía me ilumina.

Tarde luminosa que me llena de nostalgia, sobre todo cuando las noches son más oscuras y solitarias.

Recuerdo benevolente que alimenta una soledad buscada, que fortalece el deseo de aquel bienaventurado amor que pudo ser y que nunca más ha sido, que no me deja soltar este bendito cariño; cariño que me abriga, cariño que me amarra a tu sonrisa, y a tu pelo, cariño que en las tardes me mantiene prendido a un amor no correspondido.