miércoles, 15 de mayo de 2019

La Montaña

Bosques de Besos y La Montaña se parecen, esto es porque los bosques están en la montaña, la montaña está colmada de bosques... Porque se hace uno el recuerdo con la ilusión de lo que pudo haber sido.


La Montaña

Al fondo brilla el rio cual hilo de plata, serpenteando por el valle de los recuerdos, bajando caudaloso desde el páramo del tiempo hasta llegar al sitio dónde quedó la infancia; ese lugar encantado al que llegan las cosas que no consumió el olvido, ese sitio remoto donde, por el tejer de las Nornas, fue a parar el amor fallido.

Allá, en el techo del mundo, el sol se ve más intenso, y el brillo de las estrellas siempre es mucho más bello; el recuerdo duerme arrullado por el rumor del gran rio, y se sazona con el sabor de tus besos al encontrarse con los míos.

En ese lugar que últimamente ya muy poco menciono, el refugio de la memoria, el “Coco” del olvido; allá, verdes y dorados, recuerdos y besos hacen bosques, donde el amor y el dolor tienen el mismo olor de verbena, de lo dulce, lo vivido, lo más amado, lo perdido.

Allá mis caballos, a pesar de no haber coincidido, galopan llevando a lomos: el recuerdo de tu amor, y el calor de tu cariño. En esa playa honda, donde alguna vez dio la vuelta mi mula, en esa laguna de recuerdos, en la zulia de las memorias; en ese lugar remoto, todas las noches, sin falta, tu amor con el mío se encuentra, allí viaja mi memoria, desahuciada de olvido.

En esos escabrosos caminos, donde un grito de “¡ANIMELO!” me preparó, sin saberlo, para los ratos más sufridos; acullá, en las mañanas me envía el frío capitalino, me devuelve a tu recuerdo y a lo que he amado desde que era niño. En esa montaña remota se devuelve el viento, ya cansado de tanto andar; de donde “El Putas” no pudo llevarme, pues no fue capaz de llegar; en ese sitio remoto el Diablo se convirtió en santo, ya fuera por el cansancio del viaje o por el miedo que le daban los hombres

Ahí guardo a buen recaudo tu amor para que nadie lo toque, y no poder olvidarlo entre el licor y el derroche. En la Montaña de la infancia, la cordillera del corazón, de ranchos chicos y bosques enormes, de caminos  escarpados que me enseñaron el oficio de ser hombre; en la tierra más salvaje, de guatines ariscos, de tigres feroces, mulas pajareras, caballos briosos y recuerdos gratos que llevan tu nombre. Eludida siempre por el citadino olvido, en la montaña siempre te veo, sentada a lomos de mi caballo, del alazán o del zaino, rodeada por mis amores, por lo que me es más sagrado, por los recuerdos mas queridos.

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