martes, 22 de noviembre de 2011

Redundancia


Han pasado diecisiete días desde la tragedia del Barrio Cervantes en Manizales y unos trece o catorce desde la artículo del señor Héctor Abad, a eso le sumamos más de un mes desde que empezó la escases de agua, y como si ello no fuera bastante se encuentra enfermo el General Bustamante, el problema del gas dejó sin jodidos a más de un millón de habitantes en el eje cafetero y Valle del cauca, ahora de la mayor parte de esos inconvenientes se ha culpado a Aguas de Manizales en cabeza de su gerente y al señor Juan Manuel Llano, alcalde de la ciudad. No defiendo a estas instituciones ni a sus ya mencionados representantes, pero es menester hacer un pequeño análisis de la situación, hasta donde tengo yo entendido, en mi humilde saber, es menester de la Corporación Autónoma Regional de Caldas “Corpocaldas”, la vigilancia de las laderas rurales que amenazan a derrumbe, no es menester de la alcaldía ni de aguas de Manizales efectuar labores que a ellos no les competen ni de vigilancia ni de obra, ahora bien, puedo estarme equivocando, pero según lo que acabo de manifestar, la escases de agua, y la falta de gas, viene siendo responsabilidad de esa empresa, que burocratizada como está, sus funcionarios se demoran dos semanas para morirse de repente. Y puede que me encuentre mal informado, pero hasta el momento creo que esa corporación no ha sonado para nada en la responsabilidad que debería asumir, hablar del escrito del señor Abad, sería una redundancia aun mayor, muchos se indignaron, otros lo aplaudieron, a mí en lo personal me parece una soberana estupidez hacer caso a un personaje funesto, amargado y miserable como es ese señor, y me recuerda mucho a un par de artículos muy semejantes que fueron publicados, uno en la revista Soho, el otro no recuerdo en cual, en los que un personaje o dos tal vez, criticaron las cosas que no les gustaban de nuestra Manizales del Alma, lo cual a muchos les dolió en lo más profundo de sus entrañas y hasta grupos se formaron en las redes sociales por parte de los más indignados para darle muerte civil y social al autor del escrito en Soho, hagamos lo mismo con Faciolince y se acabó este negocio.
Por último y no menos importante dedico las siguientes líneas a las víctimas de la tragedia del Cervantes, es increíble la gran solidaridad que se ha tenido con los sobrevivientes de la misma, pues muchos se han encargado de colaborar con enseres o alimentos para aquellos que todo lo perdieron en el deslizamiento, sin embargo, siguen apuntándose dedos buscando culpables, ­­­cosa que a todas luces me parece que a estas alturas ya no es necesario por parte de la población, no estoy diciendo que se debe olvidar el incidente, pues una cosa como estas no debe ser olvidada, pero no es lo mismo recordar que seguirle prendiendo candela al monte, ya las investigaciones que se están realizando son las pertinentes, y si vamos a señalar culpables (aunque esto no va a devolver la vida a quienes fallecieron en tan lamentable suceso), solo bastaría mirarnos al espejo, pues si hemos sido los mismos manizaleños quienes por razones, políticas, económicas o sociales, damos elección a los mandatarios que tenemos, algunos entorpecen la democracia, otros no se instruyen pertinentemente a cerca de las bondades del voto en blanco y muchos otros simplemente hacen en su triste inocencia, lo que más les conviene en el momento. Es hora de empezar a trabajar, de imaginar en inventar cosas para que la ciudad vuelva a sus años dorados, y eso se logra con acciones señores, no con críticas, ni con palabras, y es asunto de todos sus habitantes bien sean manizaleños de nacimiento o simple residentes. La topografía que tenemos es retadora, costosa y no da para muchas mejoras estructurales, de modo que si no se puede mejorar el empaque arreglemos el contenido de esto, demostrémosle al país, con acciones con más solidaridad y tolerancia, porque somos la ciudad de las puertas abiertas y una ciudad de gente educada, si bien para muchos el acceso a la educación escolar es un derecho al que no pueden acceder, que las calles sean las aulas, y los ciudadanos los maestros.

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