domingo, 29 de marzo de 2020

El Rincón del Alma


A mis papás y hermanos…


El Rincón del Alma


Nunca me han gustado mucho los poemas de Benedetti, los encuentro poco creíbles, casi forzados; prefiero los que fueron escritos por Manuel o por Rubén. Poemas con cara de boleros o tangos, nacidos de amores muertos, de idilios cortos y olvidos amargos.


Los versos se hicieron para cargar el ritmo del dolor, al menos aquellos que son míos, mi sensación de dolor. Pocas veces nacen bueno versos que puedan destinados a amores que aún están vivos, y siempre, aquellos llevan consigo, implícitos en sus líneas, la marca del cuarto jinete, trayéndole (eventualmente) la ejecución compasiva, o la agónica y lenta muerte. De ello ya he hablado antes, mas para expresar el egoísmo con la felicidad, que es de naturaleza prosaica, y la fácil expresión del rítmico y eneasílabo dolor,  esa es la verdad de mis textos.


No obstante, hay un tipo de dolor, o tal vez de nostalgia, que es tan profunda como la dicha del sentirse amado, que no puede ser reducida o limitada al ritmo de nueve silabas con terminaciones homófonas, esa que se expresa en cuentos, o en reflexiones largas y autocompasivas. Esa añoranza que guardo con mas celo de lo que muchas veces he vigilado mis dichas, pero que hoy, no puedo evitar compartirla. Y es que en mi confinamiento, alejado de todos y de tanto, hay un lugar que extraño mas que los demás. No, no es Mi Manizales, mi ciudad natal.

Allá en el culo del mundo, donde los gigantes se fueron a morir para convertirse en colosales montañas, en lo más recóndito del universo mismo, reposan olvidadas las casas, con corrales de piedra, o de alambre de púa, ranchos de madera y tabla, todos de diferentes envergaduras. El paraíso perdido, al que solo una vez le he escrito, donde aprendí a hacerme hombre, o al menos, a ponerle la cara al mundo.


Unas montañas lejanas a las que solo a caballo se llega, de trochas intransitables, y de heladas primaveras. De valles de guayabas, y tierras ovejeras, con potros tan cerreros que no amansaba cualquiera. De burros que sin rebuznos, rugían como leones, de mulas que diablo desechó, pues pa montarlas no tuvo cojones.


De allá salió la filosofía que en parte me ha mantenido con vida, una frase muy amorosa que mi papá, asegurándose que de yo oía, como si no fuera conmigo, siempre decía -la montaña es buena pa’ levantar hijos y potros, si sobreviven a estos caminos, podrán sobrevivir a cualquier cosa-. ¿Tendría razón Toñito? Pues hasta el momento la ha tenido.


En esos mismos parajes, de la mano de mis hermanos, aprendí a pelear como fiera, y que no me paren los ramalazos. Con Miguel, mi hermano mayor, armábamos fogatas de dos metros de alto, con Felipe me abracé en mañanas frías y nos coloreábamos cantando. Donde Súper Ratón, fue bautizado con cerveza, y mi hermano se enamoró de un potro moro que vio salir de la maleza.


La luz se tardó en llegar, el televisor tampoco hizo falta ¿qué iba a hacerla? ¡con la cantidad de aventuras que vivimos! Empezando por el pisco, que me correteaba por todo el patio, huir de los gansos bravos, montar el ovejo arisco, o comernos el más cebado. Allá el mas grande privilegio, era ganar la carrera sin ensillar a Manolito.


Era una pésima idea retacarse en el camino, lo aprendieron a garroteras, caballos, mulas, y hasta un niño. Hoy entre pelas presentes, y risas muy  olvidadas, allá me vuelo de tarde en tarde, montado en los suspiros del alma, me agacho en los bebederos, pa’ refrescar el cogote, y en la imaginación cojo el monte, a lomos de mi alazán.


Ahora, mucho mas viejo, solo de lejos veo La Montaña, el gigante que cayó muerto por la ambición y la rabia. Y lloro, como cuando era niño y me tocaba volver a la casa, nostálgico de esos años, tan cercanos a mis padres y hermanos; que alejado me siento hoy de todos, amores, aventuras y caballos.

1 comentario:

  1. Mi querido Simón,desde años a..... se veía venir tu vena "narrativa" algo exagerada influenciada por tu fantástica infancia en la finca. Recuerdo una anécdota tuya en el paradero del bus escolar.. la cita se daba en el ante jardín de una señora joven llamada Patricia, que sacaba sus mellizos, entonces ella le encantaba competir contigo.. se bajaba al nivel de un infante (ella sin experiencia), entonces tu.. dijiste: "En mi finca hay dos burros" y ella replicó: "Juan Manuel (esposo) compró dos perros enormes y muy bravos para nuestra finca" y tu respondiste con alevosía: "es que mis burros rugen como leones"....Solo quiero acercarte a un recuerdo.. Ah también el día que invitaste al vecindario a tu cumpleaños y tu mamá no sabía...Te llevo en mi corazón te quiero con el alma!

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