Un
relincho en el paseo,
Y
la cola que se alza al aire,
Con
sus pelos formando un velo.
Al
galope de un caballo libre,
Es
el sueño de un poeta escribirle.
Caballo,
príncipe del mundo,
Amigo
del buen vaquero.
Compañero
entrañable,
De
alma noble y corazón fiero.
¿Qué
cosas han visto sus ojos?
Espejos
oscuros y profundos.
Sobre
su lomo se hizo la historia,
También
se recorrió el mundo.
Alegran
al afligido
Con
su andar y su belleza.
Sanan
a los enfermos
Y
no conocen la pereza.
Resaltan
la hermosura
De
las mujeres cuando los montan.
Creaciones
de belleza pura.
Ensueños
que del cielo brotan.
Siempre
han sido inspiración,
De
pintores y poetas.
Ha
de ser por sus perfectas formas,
Y
nunca renunciar a sus metas.
Galopan,
trotan y trochan,
Por
calles y caminos riales.
Sus
ancas conocen mil putas,
Y
adornan los arrabales.
Con
felicidad en el alma
Y
una blasfemia en la boca.
Lo
ensilla el hombre andariego
Aceptando
la suerte variable,
Que
en la vida le toca.
Escribirles
a los caballos
No
es tarea sencilla,
Pues
las letras no describen
¡Lo
que se siente cuando se ensilla!
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